Apreciada Comunidad Unadista:
En el encuentro que sostuvimos en Agosto pasado con los estudiantes de la red pertenecientes a los 54 CEAD y CERES de la Unad, hemos conversado con un estudiantado crítico pero respetuoso y comprometido con el futuro de nuestra Universidad; también hemos hecho énfasis en la actitud de servicio y de comunicación ética que todos nuestros colaboradores deben tener para desplegar nuestra misión como formadores de las actuales y próximas generaciones de técnicos, tecnólogos y profesionales que se desempeñarán a lo largo y ancho del país, dejando conocer con su trabajo exactamente cuál ha sido la calidad de su formación.
También nos hemos referido al fortalecimiento de nuestro modelo académico pedagógico, a través del uso de múltiples mediaciones, de acuerdo con las condiciones del contexto en que se efectúa la labor pedagógica y hemos afirmado una vez más, y sin ambigüedad, que esta es una universidad a distancia, la única en su modalidad de carácter público del país, en que la mediación virtual es una de sus mediaciones y no la única. Del mismo modo debe quedar claro para toda la comunidad que tampoco somos una universidad semipresencial, ni nocturna, ni de los fines de semana. Nuestra identidad y derroteros son claros y no están en discusión.
Así, nuestros decanos y cuerpo académico de docentes, tutores y consejeros, deben responder con la máxima calidad a los propósitos de formación, investigación y compromiso con las comunidades, que son la fuente de nuestro arraigo regional y el patrimonio cultural e histórico que hemos venido construyendo a lo largo de 27 años de existencia.
La utilización ética y comprometida de estos mecanismos de diálogo, participación y representación mostrados en este encuentro estudiantil, deben ser la norma del diario vivir en nuestra Universidad, porque como ya es evidente para todos, hay fuerzas e intereses personales que buscan afectar nuestra imagen pública, sin comprender que esta clase de acciones, no van en contra de la administración, sino de la universidad y de las comunidades a las que le pertenece.
Frente a ello, el liderazgo inspirador acompañado del cumplimiento cabal y consagrado de nuestros deberes, deben ser las convicciones que animan nuestro proceder. Es en esta vía que hemos realizado múltiples encuentros nacionales con directores, egresados, estudiantes, cuerpo académico y administrativo, porque nuestro anhelo es lograr el mayor grado de identificación con la misión y visión de la universidad para una acción pedagógica que se apropie críticamente de la realidad y la transforme creativamente, logrando que el sello unadista, como personas (académicos, administrativos o estudiantes) solidarias, éticas, íntegras, comprometidas con la institución y con las comunidades del país, que nos ha venido identificando a través de los tiempos, cada vez se reconozca y afiance más. Es el medio que tenemos para luchar contra la pobreza, la miseria, el hambre y no podemos ni debemos renunciar a ello.
El próximo encuentro que adelantaremos con todos los directores de zonas y centros a mediados del mes de octubre, es una convocatoria a afianzar las competencias del liderazgo académico, administrativo y comunitario que nos debe diferenciar. De este modo, la invitación es a continuar robusteciendo el pensamiento, el liderazgo y la acción unadista, tema que será el foco de nuestro próximo encuentro.
Para el logro de este propósito, es necesario que volvamos sobre los principios del buen gobierno que hace más de un año expuse, cuando se firmaron los Acuerdos de Gestión. Éstos fueron:
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1. La libertad académica: la libertad académica no es un concepto absoluto; tiene límites y requiere responsabilidad. Es entendida comúnmente como el privilegio de la institución y los docentes para determinar los contenidos de la formación, la investigación y las posibilidades de publicar de la misma institución empleadora o del estado. La libertad académica puede hacer una contribución significativa a promover la calidad de la institución y del sistema de educación superior en su totalidad, pero necesita ser entendida y respetada, dentro de las instituciones y por los cuerpos responsables.
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2. El gobierno colegiado: apunta a asegurar que las decisiones incumben a aquellos más calificados para tomarlas. En el nivel institucional, asegura que los académicos tengan no solo una voz significativa, sino también voto en la determinación de las políticas y especialmente en lo referido al desarrollo del currículo y a los asuntos académicos. El gobierno interno requiere de personas que entiendan cómo se pueden realizar lo mejor posible las responsabilidades académicas. En casi todas las circunstancias, las personas con trayectoria académica avanzada y experiencia son la mejor opción para realizar estas tareas. El uso de inexpertos puede ser, y ha sido con frecuencia, dañoso. Por lo tanto, las buenas decisiones se deben fundar en última instancia en preocupaciones académico -científicas y sociales- legítimas, que de acuerdo con lo que la experiencia nacional e internacional ha demostrado, un gobierno colegiado ayuda a lograr.
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3. Derechos y responsabilidades claros y explícitos: son esenciales para el buen gobierno. Las unidades académicas y administrativas, los estudiantes, los administradores, los supervisores externos, y otros deben tener una comprensión clara de sus derechos y responsabilidades no sólo a través de la formulación de estatutos y reglamentos claros sino también a través de la autorregulación como pauta de comportamiento, base de la excelencia individual y colectiva.
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4. Selección y promoción meritocrática: se entiende como los procesos de selección, contratación y promoción de los colaboradores académicos y administrativos basados en el mérito, concepto que debe ser amplia y participativamente definido, para fijar estándares apropiados de promoción por mérito y para prevenir el reconocimiento por méritos que son especialmente inútiles en el contexto de la institución. Diferentes variables afectan la forma cómo se evalúa el mérito. Sin embargo, la vinculación por factores como la ideología (clientelismo), el nepotismo, el favoritismo o el amiguismo no se pueden institucionalizar en las prácticas universitarias, porque contradicen la esencia de este principio. La toma de decisiones siempre debe ser especialmente transparente y ética, teniendo en cuenta los propósitos institucionales y las necesidades de formación presentes y futuras que favorezcan en última instancia al estudiantado, el profesorado y a las comunidades.
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5. Sostenibilidad financiera: el balance social de las organizaciones –no sólo universitarias-, se ve fuertemente afectado tanto por la fuente como por el uso de los recursos financieros. La importancia de las responsabilidades públicas de la educación superior debe ser asegurada por una gestión financiera eficiente, el seguimiento y control tanto interno como externo del uso de los recursos y la periódica rendición de cuentas pública (accountability), horizontal y vertical. La incertidumbre financiera, el manejo presupuestario no transparente, las matrículas como única fuente de ingreso, entre otros, obstaculizan el buen gobierno y hacen la planeación imposible.
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6. Estándares de la calidad: cada vez es más claro que la forma de asegurar la calidad, se basará fundamentalmente en sistemas de estándares internacionales o por bloques regionales (como el proceso que se adelanta en la Unión Europea), dada la fuerte internacionalización de la educación superior, lo que por supuesto, no exime a cada institución de definir sus propios estándares de calidad y hacerlos compatibles en lo general, con los del resto del mundo. La práctica de acreditación por pares, es una forma de aseguramiento de la calidad y el Benchmarking continuo es una herramienta útil para el logro de mejores prácticas. El sistema de gestión y aseguramiento de la calidad en todos los ámbitos, es parte fundamental de las responsabilidades sociales e institucionales de las organizaciones de educación superior.
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7. Independencia de los órganos de control y auditoria: la tarea de asumir la eficiencia y no sólo la eficacia (reducida a la calidad en la actualidad), exige en muchos casos afectar los intereses de las burocracias universitarias, modificar prácticas en la docencia y en las actividades de investigación y servicio a la comunidad, lo que no se puede lograr según el principio universal de ser “juez y parte”. Las personas que prestan sus servicios en la institución deben asegurarse de tener instaurados en primera instancia, mecanismos de autorregulación, monitoreo y control, para que a su vez, las tareas de los organismos de control y auditoría externa sean un factor de mejoramiento y no una extenuante y tensionante tarea de “bandos” enfrentados.
Por último, el liderazgo universitario, deberá ser ejercido por mujeres y hombres probos, éticos, de mente clara y abierta, con decisión y voluntad férreas, con liderazgo inspirador, con temple para no amilanarse ante las primeras dificultades, con formación de la más alta calidad, destacados en sus disciplinas, con experiencia docente y formación gerencial en educación superior, porque hoy ya no hay cabida para el barbarismo político, ni para el barbarismo tecnocrático. Ambos forman parte de las viejas tradiciones, que la complejidad y apremiantes necesidades del mundo actual llama a superar.
El proceso de gobierno universitario se diferencia de otro cualquiera, por la gestión académica, investigativa y de proyección social como su núcleo generativo. Es por ello que toda la gestión universitaria debe evitar acciones que conduzcan a las organizaciones a “servirse a sí mismas” más que a sus poblaciones objetivo.
Atentamente,
JAIME ALBERTO LEAL AFANADOR
Rector
RED DE ESTUDIANTES UNAD GIRARDOT
