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domingo, 26 de julio de 2009

Valor y costo de la educación superior pública

Durante los últimos años se han puesto de moda los "ranqueos" internacionales de las universidades del mundo. El más conocido y comentado es el de la Universidad de Shanghái que define, de acuerdo con indicadores académicos muy exigentes, a las mejores 500 universidades del mundo. No hay en ese listado ninguna colombiana, apenas unas pocas latinoamericanas. El indicador con mayor valor predictivo es el costo promedio de un estudiante. Ese indicador tiene valor predictivo porque, después del ordenamiento de las universidades con un panel complejo de indicadores diversos, es el que mejor coincide con el resultado final.

Podría ser eso apenas una verdad de Perogrullo: son mejores los resultados de la universidad que más invierte en sus estudiantes. Sin embargo, esa verdad autoevidente es ignorada en el sector público y se hacen todo tipo de maromas intelectuales para no reconocer que si se quiere dar una buena educación a los jóvenes colombianos es necesario invertir proporcionalmente a lo que se quiere obtener. Se ha reclamado recientemente que los estudiantes de algunas universidades públicas le cuestan más al Estado que los de otras. Eso es cierto, pero no se puede comprender simplistamente como una inequidad y responder, como se ha propuesto en el Ministerio de Educación, reestructurando la financiación estatal para favorecer a las universidades menos desarrolladas en perjuicio de las más fuertes y consolidadas.

Hay dos dimensiones en la equidad en educación que una sociedad ilustrada debe entender bien. Por un lado está la de la cobertura: indudablemente, es más equitativa la sociedad que le da al mayor número posible de jóvenes acceso a alguna forma de educación superior. Pero por otro lado está la calidad: una parte importante de los jóvenes debe tener, sin depender de sus recursos económicos, la oportunidad de acceder a la mejor educación posible. La segunda condición sin la primera podrá verse como elitista, pero lo es mucho más una situación en la que se limita el acceso a las posiciones de liderazgo a aquellos que puedan pagar. Es evidente que quien tiene los medios no duda en dar a sus hijos una educación que les dé ventajas competitivas sobre los otros jóvenes de su generación. El Estado debe tener instituciones que den esa misma oportunidad a los hijos de ciudadanos que no tienen la capacidad económica para pagarla. De otra manera, genera una situación en la que se perpetúa el liderazgo social en manos de un grupo minoritario y pudiente. La calidad no es una consideración accesoria en un balance de equidad social.

Las universidades privadas son en Colombia, por norma, entidades sin ánimo de lucro. La mayoría, sobre todo las mejores, son responsables y reinvierten los recursos que generan en mejores profesores, laboratorios, bibliotecas e infraestructura docente. Así, resulta fácil conocer el costo de un estudiante: es exactamente el costo de las matrículas. Costo que los padres asumen escogiendo, entre aquellas instituciones que ofrecen la carrera que desea estudiar su hijo, la que haga la mejor oferta educativa que ellos puedan pagar.

La Universidad Nacional no podría contentarse con ofrecer a sus estudiantes una preparación profesional de calidad apenas aceptable. Ella asumió como misión educar a los líderes del futuro, y no puede hacerlo sin un acercamiento amplio e integral o con una calidad inferior a la que ofrezca cualquier universidad, pública o privada.

La Ley 30 de 1992 aseguró que los presupuestos de las universidades públicas se mantuvieran sin perder valor en pesos constantes. Pero en la práctica eso ha significado que esos presupuestos se han mantenido congelados desde 1993 mientras que los costos han aumentado enormemente. En 1993, en la Universidad Nacional había relativamente pocos profesores con doctorado o maestría; hoy, son la mayoría. Entonces, la productividad académica de profesores y grupos de investigación era baja, había pocos grupos de investigación. Hoy son muchísimos y con productividad alta. Los computadores eran entonces una curiosidad, hoy hay casi 7.000 con su infraestructura de soporte. Había un par de programas doctorales con pocos estudiantes. Hoy hay 35 programas y más de 600 estudiantes de doctorado (el 40 por ciento de los del país). Nuestra cobertura en pregrados aumentó desde entonces en un 50 por ciento y en algunos niveles de posgrado se quintuplicó. Discutimos y participamos en las soluciones de los problemas del país, generamos nuevo conocimiento y formamos investigadores y profesores para otras instituciones, y llegamos a muchas regiones, incluso a algunas de las más apartadas del centro.

El país debe entender que mejorar la calidad y la cobertura de su educación superior es un imperativo ético y un hecho conveniente para su propia competitividad global. Para lograrlo, debe apoyar a sus universidades emblemáticas llevando la inversión en ellas al menos a los niveles de las universidades de avanzada en Latinoamérica.

Moisés Wassermann

Rector de la Universidad Nacional de Colombia


FUENTE: http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/otroscolumnistas/ARTICULO-WEB-PLANTILLA_NOTA_INTERIOR-5647856.html


RED DE ESTUDIANTES UNAD GIRARDOT

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